Uno hace daño porque no sabe qué quiere, otro se hace daño a
si mismo por no poder renunciar a lo que le hiere y, al final, la dignidad es
despreciada en favor de estar con la persona a la que nos apegamos por miedo a
ser libres. Nos roba el sueño, la respiración, tenemos ansiedad, estrés y nos
cierra el estómago. Nos anula emocionalmente y sólo el dolor es elcanalgésico
que desconecta ese zumbido en la cabeza, un dolor tan fuerte que apaga el
cerebro.
Miedo a elegir, a ser libre, a afrontar la vida con un solo
punto de vista, miedo a amar a nadie más, impotencia de mirarte al espejo roto
de tus ilusiones y ver tu sonrisa hecha añicos. Sueños que se escapan por la
ventana al no encontrar cabida en un corazón enfermo, amor de quien sabe del
tesoro que eres que se congela sobre tu frente como carámbanos, convirtiéndose
en una losa difícil de sostener, caricias ajenas que te saben amargas, palabras
de aliento que se arremolinan dentro de ti y te apabullan, espiral de aliento
que se agolpa en tu garganta y no te deja respirar.
Ojos que lloran mares de agonía, lágrimas que besan tus
labios pidiéndote perdón por saberse cómplices de tu pena, siendo semilla de
otros llantos que vendrán. Fantasías apagadas, fragmentos de historias sin
terminar, todos esos momentos que soñabas y nunca culminaban como querías, truncados de un cuento de hadas que nunca
acabara bien.
Combates sin manos en los que el vencedor es el que huye y
el vencido el que persigue. Yugo de emociones, condena perpetua a los
sentimientos más inocentes.
Sed de amor. Puente flotante al que día tras día le fallan
las fuerzas y sabes que no te sostendrá, donde cada paso es un salto de fe en
el abismo del miedo, donde volver atrás es renunciar a tu alma, avanzar se
antoja imposible, quedarse significa morir de angustia.
Un fuego que se extingue, tu pasión, recuerdos de una
sonrisa sincera que encendía tus pupilas. Un alma borracha de dolor que se ahoga en el mar de
tus secretos, un mar de piratas que expolian tu tesoro poco a poco,
escondiéndolo y enterrándolo en cada rincón de tus miedos más voraces.
Pero Sol, ay Sol de libertad que amanece en el horizonte...
Playa de arenas finas que acarician tus rodillas heridas. Brisa
de esperanza que susurra en tus oídos como el canto de sirena que te hipnotiza.
La Luna, que retastó al sol y brilla aun de día para besar tu frente. Agua, salada
y transparente, que limpia tus lágrimas.
Puedes verte entonces, miras al agua, tu reflejo, nunca más
truncado, nadie puede quebrar el mar... tu imagen, aun difusa, pero completa. Tus
ilusiones, tus sueños, tu fe envuelta en el brillo del espejismo de tus pupilas
que, cegadas tras el velo gris de los años, se abren paso para volver a la vida.
Bocanada de aromas que entra en ti desmadejando
sentimientos, poniendo tu mundo del revés, abriendo la puerta a la dulzura de
tu voz, como una melodía que te recuerda cada palabra de verdadero amor, de
quien siempre te quiso con el corazón, que vuelven a fluir por tu boca diciéndole
a aquello que siempre fuiste que has vuelto para nunca marchar de nuevo.
Ponerte en pie, mirar al cielo, inventar las estrellas una
vez más sobre ti, invocar a la noche, dibujar tu nombre en cada constelación y encontrar
tu estrella, que sigue ahí, tomarla prestada, besar un sueño, abrir tus alas,
volar sin rumbo, pero volar libre.
Explorar nuevos puertos, volver a casa, recuperar tu tesoro,
vencer los miedos con la fuerza de un titán, aplastar las dudas con la pasión
del volcán que vuelve a bullir en ti.
Mirar al horizonte, saber que es solo el comienzo, mirar a
cada lado, sentir una caricia en tu pelo, saber que es de quien merece estar a
tu lado, de quien cuida tu tesoro, ese que eres tú y que solo quiere ver brillar
en ti y nada quiere para sí. Esa persona cuyo tesoro brilla más cuando estás
cerca, cuando es especial porque te quiere, más que por tener tu amor, quien es
feliz por saberte libre al amar, quien no busca más que tu sonrisa cada mañana
mas que ofreciéndote la mejor de las suyas.